Casos recientes
Sin duda la mejor fuente para acercarse a los casos actuales de lucidez terminal (LT) son los trabajos del doctor Alexander Batthyány, director del Instituto Viktor Frankl de Viena. En 2021, Batthyány y Greyson publicaban los resultados y conclusiones de un estudio pionero llevado a cabo a lo largo de varios años en diferentes países, y en el que los participantes debían responder a un cuestionario diseñado por los autores. Se reportaron 124 casos de lucidez paradójica en pacientes diagnosticados con demencia. [1]
Entre los hallazgos del estudio, queremos destacar dos. En primer lugar, la gran correlación entre los episodios de lucidez y la proximidad a la muerte: más del 70% de los pacientes falleció dentro de las 48 horas siguientes al episodio, y solo el 6% sobrevivió más de una semana. “Nuestros resultados sugieren una fuerte asociación entre la lucidez inesperada y la muerte”, remarcan los autores, lo que afianza la realidad del fenómeno frente a las fluctuaciones de las funciones cognitivas que se producen a veces en los enfermos de demencia, cambios que, por lo general y según los autores, resultan menos acusados y se observan casi siempre en las fases más tempranas de la enfermedad.
En segundo lugar, en la gran mayoría de los pacientes que experimentaron el episodio de LT se registra un retorno completo y nada ambiguo de la claridad mental y las capacidades comunicativas:
“A pesar de que, antes de su episodio lúcido, más del 90% de la muestra había sufrido un deterioro cognitivo extremo, casi el 80% tuvo episodios lúcidos que implicaban una comunicación verbal clara y coherente que parecía «más o menos normal».”
No se trataría, por tanto, de interpretaciones sesgadas, forzadas o desiderativas a partir de pequeños detalles, relatos exagerados o embellecidos que tienen más que ver con las emociones y la voluntad de los testigos que con el hecho realmente observado. Si este fuera el caso, cabría esperar diferencias entre los testimonios aportados por cuidadores médicos profesionales y los facilitados por los parientes de los enfermos, pero los autores del estudio remarcan que no es así, y que las respuestas dadas en el cuestionario fueron similares para ambos grupos.
Centrado en el aspecto estadístico y en los resultados generales, el notable artículo de Batthyány y Greyson no ofrece descripción alguna de casos particulares. Para acceder a algunas de las historias que hay detrás de esos números y porcentajes hemos de consultar El umbral (Errata Naturae, 2025), la monografía de Batthyány recientemente publicada en español, un libro excelente que invitamos a leer y del que extractamos estos fragmentos a modo ilustrativo:
“Mi madre tenía Alzhéimer avanzado. Ya no nos reconocía y parecía indiferente a esos «extraños» que la visitaban una o dos veces por semana. El día antes de su fallecimiento, sin embargo, todo cambió. No solo nos reconoció, sino que quiso saber qué nos había pasado a cada uno en el último año. Se alegró de las buenas noticias y derramó alguna lágrima con las malas —tal como hubiera hecho esta mujer dulce y maternal antes de su demencia—. Sus comentarios eran tan sabios y cariñosos como siempre. Al enterarse de que mi hija menor había roto recientemente su compromiso y estaba muy deprimida, le pidió que se quedara un rato más, porque quería hablarle en privado. Mi hija nunca me contó lo que hablaron, pero fue un punto de inflexión para ella. Cuando nos despedimos, no sabíamos qué esperar. ¿Se había recuperado de su demencia por arte de magia? En retrospectiva, creo que mis hermanos y yo comprendimos que sabía que no le quedaba mucho de vida. Se despidió de nosotros, nos tomó de las manos y nos acarició con el pulgar en la mejilla, como solía hacer cuando éramos niños. Era la de siempre, no se me ocurre otra forma de decirlo. Por desgracia, no duró. Murió esa misma noche.”
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“La primera vez que presencié este fenómeno fue cuando murió nuestra venerable madre superiora emérita. Llevaba varios años padeciendo una demencia avanzada. Pero, en los dos últimos días antes de su muerte, volvió con nosotras. Recuperó su «antiguo» yo, con todo su resplandor espiritual e intelectual. Estaba radiante. Este fue mi primer contacto con lo que usted está investigando. Nuestro sacerdote, sin embargo, le restó importancia, y el médico a cargo de nuestro convento no ocultó que consideraba que nuestro informe sobre la «madre superiora recuperada» no era más que un cuento piadoso. Decía que era imposible, aunque los pacientes con demencia a veces muestren comportamientos que parecen tener un propósito. Pero lo cierto es que nuestra madre superiora reconoció a las ocho hermanas, recordaba nuestros nombres, así como numerosos detalles de la educación espiritual que nos había dado.”
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“Mi abuelo tenía demencia avanzada. Cuando el personal de enfermería nos informó de que su salud estaba empeorando y de que no podían hacer más. empecé a visitarlo con más frecuencia. Me sentaba junto a su cama y le decía que estaba allí, sin saber si me entendía o no. Pero un día —que resultó ser el último— me quedé de piedra cuando me saludó y me preguntó por la familia, en especial por su hermana, que también padecía demencia avanzada. Cuando le conté que la estábamos ayudando y que, aunque perdía la memoria, estaba tranquila y contenta, se quedó muy aliviado. Parecía en paz. Me dio las gracias y me pidió: «Dile que la quiero y que la estaré esperando». Poco después se quedó dormido y murió unas horas más tarde.”
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“El paciente estaba en cuidados paliativos aquejado de demencia. Había sufrido un grave deterioro cognitivo durante los cuatro meses anteriores, No reconocía a su familia ni sus amigos, tenía paranoia, alucinaciones, confusión, retraimiento social, rechazaba la comida y la bebida, mascullaba incoherencias, no podía ir al baño ni ducharse, etcétera. Pero de repente habló unos veinte minutos y preguntó por familiares y amigos que antes no reconocía ni recordaba. (…) Habló conmigo —su nieta—, con su esposa y con sus hijas. Pidió que transmitiéramos mensajes al resto de la familia y dio detalles concretos sobre ellos, evocando momentos compartidos. (…) Dijo que deseaba que su muerte llegara pronto. Al cabo de veinte minutos, se cansó y se quedó dormido o inconsciente. No volvió a despertarse ni a hablar, y murió al poco.”
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“Mi madre era el pilar de nuestra familia. Era una mujer cálida y amorosa, pero, a medida que avanzaba su demencia, se fue volviendo cada vez más distante, fría, ausente. Fue muy doloroso asistir a su transformación. Nunca olvidaré el día en que no me reconoció y tuve que presentarme. Fue devastador. Mi madre estaba ahí, y al mismo tiempo ya no estaba. En su último día, sin embargo, todo cambió. Cuando entré en la habitación, me miró y me llamó por mi nombre. Me reconoció. Irradiaba el mismo amor maternal que había echado de menos durante tantos meses desde aquel día fatídico en que dejó de reconocerme. Pero ahora sí, me reconocía, y, cuando me eché a llorar, me consoló: «No, no, así no es. Ven aquí». Me senté a su lado, me cogió de la mano y tuvimos una última conversación maravillosa. Hablamos de mi infancia, de mis hijas, de mis planes para nuestra nueva casa, de su enfermedad. Había recuperado a mi madre y disfruté de cada momento, empapándome de su afecto y de su cariño. Fue maravilloso, no puedo decir otra cosa. (…) Al cabo de una hora, me comentó que estaba cansada. Me miró, llena de amor. Todo era bueno, todo estaba bien. Todo lo que había que decir se había dicho. Solo quedaba su amor materno y mi amor por ella. De algún modo, supe que no duraría. (…) Murió aquella misma noche.”
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“El «regreso» de mi padre ha sido la única vez en mi vida que he presenciado algo parecido a un milagro médico. Luego, cuando busqué gente con quien hablar de ello, pronto me di cuenta de que nada te hace sentir más solo que el encuentro con lo aparentemente milagroso. Nadie había oído hablar de ello. Pocos estaban dispuestos a creerlo.”
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“Mi familia se jacta de ser racional, de evaluarlo todo según criterios científicos. Esta experiencia desbarata nuestra comprensión de la realidad, donde todo está estructurado y es «inequívoco». Excepto, por supuesto, la claridad mental de mi abuela antes de morir. Creo que soy el único de nosotros que intenta entender todo esto, incluso recurriendo a planteamientos religiosos o espirituales. En cualquier caso, lo que viví ocupa un lugar excepcional en la visión del mundo de mi familia. Tal vez por eso preferimos no hablar del tema.”
El propio Alexander Batthyány confiesa que su interés por la lucidez terminal se debe a una experiencia similar que tuvo con su abuela, aquejada de demencia vascular. Remitimos de nuevo a la lectura de su libro para conocer los pormenores.
Más allá de los presentados por Batthyány, la descripción de casos contemporáneos de LT se vuelve otra vez escasa y dispersa. En distintos artículos de Michael Nahm se recogen algunos, tanto propios —relatados al autor— como de otras fuentes. Destacamos los siguientes:
“Una mujer de 92 años, diagnosticada con Alzheimer desde hacía 9 años y que no reconocía a sus familiares cercanos, incluido su hijo, los reconoció de nuevo 24 horas antes de morir. Además, sabía cuántos años tenía y dónde estaba, algo que desconocía desde hacía muchos años.” [2]
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“Un niño de 5 años que llevaba tres semanas en coma, agonizando a causa de un tumor cerebral maligno, tiempo durante el cual estuvo rodeado casi constantemente por sus familiares. Finalmente, siguiendo el consejo de su pastor, la familia le dijo al niño en coma que lo extrañarían, pero que tenía permiso para morir. De repente, el niño recuperó el conocimiento, agradeció a la familia por dejarlo ir y les dijo que moriría pronto. De hecho, falleció al día siguiente.” [3]
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“Una anciana que sufría la enfermedad [Alzheimer] desde hacía 15 años y era cuidada por su hija. Durante años, no había mostrado reacción alguna ni signos de reconocer a su hija ni a nadie más. Sin embargo, minutos antes de morir, entabló una conversación normal con su hija, una experiencia para la que esta no estaba preparada y que la dejó completamente confundida.” [3]
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“Se trataba de la abuela de una mujer que no había hablado ni reaccionado a sus familiares durante varios años hasta la semana anterior a su fallecimiento, cuando de repente empezó a charlar con su nieta, preguntándole sobre el estado de distintos familiares y dándole consejos. Su nieta relató que «era como hablar con Rip Van Winkle».” [3]
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“Una anciana en fase terminal de Alzheimer había permanecido la mayor parte del tiempo en su cama, mirando al techo. No había hablado en dos años. Un día, sufrió un paro cardíaco y fue reanimada. Sin embargo, para asombro de sus cuidadores y familiares, tras la reanimación se mostró plenamente consciente durante unas horas. Agradeció a todos por todo lo que habían hecho por ella durante los últimos años, afirmando que había estado consciente todo el tiempo, pero no había podido comunicarse. Falleció esa misma noche a causa de un segundo infarto.” [4]
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“El señor Sykes, un anciano en la fase final de la enfermedad de Alzheimer, cayó en un estado casi vegetativo dos meses antes de morir. No sabía dónde estaba ni reconocía a su esposa ni a sus hijos. No podía hablar con coherencia y no daba señales de comprender nada sobre su situación. Un día, sin embargo, «se incorporó en la cama y habló con total claridad, como si fuera cualquiera, pero sin dirigirse a nosotros. Miraba hacia arriba con ojos brillantes y mantenía una conversación con 'Hugh'. Le hablaba alto y claro a Hugh, a veces riendo, pero por lo general simplemente conversando como si estuvieran sentados en una cafetería». El señor Sykes falleció ese mismo día. Resultó que Hugh era un hermano suyo que se consideraba sano y salvo, pero que, de hecho, había fallecido de un infarto más o menos cuando el Sr. Sykes «resucitó milagrosamente».” [4]
Tanto el caso del señor Sykes como otros similares ilustran la necesidad de estudiar la lucidez terminal en relación con fenómenos como las visiones en el lecho de muerte o las experiencias cercanas a la muerte. Todos ellos se inclinan en la misma dirección: en ocasiones, en los momentos finales de una vida, hay algo que comparece desde las ruinas del cuerpo físico, algo no regido por la biología y sus mecanismos de extinción, y que pareciera proyectar sobre el organismo declinante la luz pasajera de una fuente superior.
Terminamos esta breve selección de casos recientes de LT remitiendo a la lectura de El cerebro: el poder de la esperanza, donde el doctor Scott Haig relata su experiencia con un paciente cuyo cerebro estaba por completo destruido y que, pese a ello, recuperó durante unos minutos su claridad mental y pudo despedirse de sus allegados.
Referencias:
[1] Batthyány, A. & Greyson, B. Spontaneous Remission of Dementia Before Death: Results From a Study on Paradoxical Lucidity. Psychology of Consciousness: Theory, Research, and Practice, 8(1) (2021), p. 1-8.
[2] Nahm, M. & Greyson, B. Terminal lucidity in patients with chronic schizophrenia and dementia: A Survey of the Literature. Journal of Nervous and Mental Disease, 197 (2009), p. 942-944.
[3] Nahm, M. et al. Terminal lucidity: A review and a case collection. Archives of Gerontology and Geriatrics, 55(1) (2011), p. 138-42.
[4] Nahm, M. The importance of the exceptional in tackling riddles of consciousness and unusual episodes of lucidity. Journal of Anomalous Experience and Cognition, 2(2) (2022), 264-296.